lunes, 6 de diciembre de 2010

"ESCUELA SANSANA" Artículo de EUGENIO FUENTES

"ESCUELA SANSANA"

Artículo de Eugenio Fuentes Pulido

Publicado el 5 de diciembre de 2010

Hoy.es (Extremadura).

La Asociación Escuela Sansana agradece al insigne escritor el artículo que la dedica y se enorgullece de tenerle entre sus socios.

ESCUELA SANSANA

Un médico español de una pequeña ciudad de provincias viaja de vacaciones a un país de América del Sur. El azar y la curiosidad lo empujan hacia ambientes alejados de las rutas más turísticas y así conoce a los nativos de una zona apartada y observa las dificultades y carencias que sufren. Establece algunos contactos y al volver a su ciudad dedica una parte de su tiempo, con una absoluta generosidad, a crear una oenegé para ayudar al desarrollo sanitario de aquella comunidad nativa.

Con cierta prevención, un grupo de amigos decide cambiar sus habituales vacaciones en países civilizados del primer mundo por un viaje a un exótico país de África del que apenas conocen, con ayuda de la wikipedia y de unos libros de viaje, unas estadísticas, su situación en los mapas y las fronteras trazadas a tiralíneas por los colonizadores. Se ponen las vacunas necesarias y llegan a su destino. Con los ojos muy abiertos, chocan con una realidad de atraso, de costumbres tribales, de discriminación de la mujer, de carencias de agua, vivienda y educación que les causa cierto desasosiego. La naturaleza del país ofrece recursos que, con una gestión adecuada, podrían cambiar la situación de atraso y desamparo. A la vuelta se sienten inquietos e incómodos por lo que han visto, se lo piensan y, casi sin darse cuenta, fundan una asociación para levantar una escuela donde impartir la educación necesaria que, posteriormente, pueda desencadenar otros logros. No les basta con la colaboración ocasional y efímera cuando salen en televisión las imágenes de niños famélicos, con el vientre hinchado y los párpados comidos por las moscas. De un modo tranquilo y firme, pretenden sustituir esas fotografías por imágenes luminosas. Ellos son los primeros en implicar su tiempo y su dinero sin recibir nada a cambio, y solicitan ayuda de amigos y conocidos, dan la lata a sus amigos vendiendo papeletas, organizando subastas e inscribiendo a socios, hacen llamadas telefónicas y esperan ante las puertas de quienes puedan ampliar sus recursos.

Javier García-Rivera. Arquitecto
Son dos ejemplos como otros muchos que sin duda todo el mundo conoce. Desde la iglesia y las oenegés más conocidas hasta pequeños grupos de solidaridad, todos contribuyen a paliar el atraso, las enfermedades, el hambre y la pobreza de los más desfavorecidos de la tierra. La crisis que nos aplasta ha provocado un fuerte recorte en las ayudas para la cooperación y el último y más profundo rebote cae sobre el Tercer Mundo, por lo que la labor de estas organizaciones humanitarias resulta más necesaria que nunca.

Fundaciones presididas por cantantes y actores famosísimos o por deportistas de élite tienen grandes recursos, organizan macroconciertos y competiciones de fútbol o de tenis para luchar contra el hambre o el sida. Pero quienes sobre todo se ganan mi admiración y mi confianza no son las grandes organizaciones que gastan una parte de sus recursos en mantener sus propias infraestructuras, sino esas otras anónimas y humildes, pero acaso más tenaces, que se empeñan en hacer su trabajo sin que nadie las conozca, sin caer en el pesimismo a pesar de las dificultades y de las negativas con que casi siempre se encuentran, formadas por ciudadanos normales que pasan por la calle camino del trabajo con su maletín, en el que llevan, junto al fonendoscopio o los exámenes corregidos de los alumnos, una hoja de inscripción en la organización. Como todo su trabajo es altruista, no gastan nada en infraestructuras ni en publicidad ni en locales. Toda la gestión de sus recursos y de sus actividades está a la vista, de un modo transparente.

Una de estas pequeñas oenegés se llama Escuela Sansana y desarrolla su labor en Burkina Faso, una nación africana que ocupa el lugar 161 de los 182 países del Índice de Desarrollo Humano establecido por la ONU. Los datos son aplastantes: la media de la esperanza de vida es 49 años y el analfabetismo alcanza un 70%. Un 47% de los niños de áreas rurales padece malnutrición. En una aldea llamada Sansana, y bajo la dirección de un arquitecto español desplazado a la zona, la asociación con ese nombre ha construido una escuela de tres aulas con mobiliario escolar y, anexos a ella, un comedor, una huerta, un pozo, un molino y un campo de maíz. Desde el principio de este curso escolar, la huerta y el campo de maíz proporcionan los alimentos necesarios para la comida de los alumnos, el pozo sirve para regar la huerta y el molino para simplificar el trabajo de molienda que, con el método tradicional usado por las mujeres, exigía un gran esfuerzo físico y largas horas de dedicación. Los siguientes objetivos de este proyecto autosuficiente y sostenible son la construcción de un dispensario médico y un centro de atención a las mujeres. Es fácil verlo todo en un ordenador con un golpe de ratón.

De acuerdo, de acuerdo. Las heridas del mundo no se van a cerrar porque un médico de provincias o un grupo de amigos decidan dedicar su tiempo y prescindir de algunas comodidades para mejorar la salud de una tribu del Amazonas o para construir una escuela y un comedor en un poblado africano. Pero, al menos, están contribuyendo a calmar el dolor de sus llagas.

Eugenio Fuentes

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